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miércoles, septiembre 20, 2006

01:02 - El mejor sueño del mundo

Era martes por la noche. El día había sido claro y agradable, y corría esa brisa que corre por las noches que siguen a los días de buen tiempo.

Una plácida y rutinaria noche en la zona de observación del hospital.

Cuando el reloj de la recepción marcó la hora acostumbrada, las luces del pasillo se atenuaron.

Margaret casi se arrepentía de haber cogido el turno de noche en esa zona. Sentada tras su mostrador, leía una novela rosa sin mucho entusiasmo. No le estaba permitido encender la tele a partir de ciertas horas. Era un trabajo fácil y sin sobresaltos, y sin embargo estaba empezando a plantear que tal vez las horas extra y el aumento de sueldo por trabajar de noche no merecían tanto la pena.

En el silencio nocturno, podía oír avanzar el segundero del reloj que había encima de la puerta del hall. Tic-tac. Trató de seguir con la lectura, pero ella nunca había sido una lectora muy constante, y ésta no era especialmente buena. Tic-tac. Bostezó. Tic-tac, tic-tac.

Por primera vez en 3 años, Margaret se durmió estando de servicio.

Y por primera vez en 8 años, el paciente de la 33B se movió.

El timbre retumbó en el panel de Margaret, y la adrenalina del susto se encargó de curar a Margaret sueño y el aburrimiento. La luz roja de la 33B estaba iluminada.

Mientras avanzaba por el pasillo, recordó al paciente de la 33B. Un accidente de coche. Entró en coma y no volvió a despertar. Sus familiares y amigos habían dejado de ir a visitarle antes de que Margaret entrara a trabajar en el hospital.

Empujó la puerta. Las luces del pasillo, debilitadas, hacían lo que podían para iluminar la habitación. La cama del paciente estaba justo delante de la puerta. Vio movimiento.

Encendió la luz y lo primero que vio fueron unos ojos azules grandes que la miraban, aunque se cerraron al instante, al tiempo que el paciente se encogía en la cama, para tratar de taparse con la luz. Luego el paciente pareció pensarlo mejor y la miró.

- k..k..gsh..k..

Hacía esfuerzos visibles por hablar, pero eran bastante infructuosos. Las cuerdas vocales hacía tiempo que se habían olvidado de cómo funcionar. Le rodó una lágrima por la mejilla.

- Tranquilo señor, en un momento aviso a un médico.

El paciente negó con la cabeza. Con gestos torpes (los brazos tampoco recordaban cómo funcionar) señaló la jarra en la repisa.

Ella tuvo que sujetarle el vaso. El agua se le caía por las comisuras de los labios.

- De acuerdo. Tome un poco de agua. Así. Con cuidado. Ahora voy a avisar a un médico. ¿Cómo? ¿No quiere que avise a uno?

Él le hizo gestos para que se acercase. Tiró débilmente de ella, con un esfuerzo visible, le acercó la boca al oído. Su voz, más que una voz, era un conjunto de resoplidos y susurros.

- Rápido.-susurró- Lápiz y papel. -Tragó un poco de saliva- ¡Antes de que se me olvide!

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